Crónica - Cañón del Río Lobos (13/7/19)


En esta ocasión fueron 10 los valientes que abandonaron Tetuán el 13 de julio para embarcarse en una aventura que les llevaría a recorrer el Cañón del Río Lobos.



Enormes muros calizos albergan buitres de ceño torvo que, orgullosos de su propia sombra, escudriñan los pasos del forastero.
Un sendero brota de entre la roca horadada, y a él acudieron los visitantes, que espolearon sus piernas decididos a admirar, embelesados, la belleza kárstica con que el paisaje les dio la bienvenida.






Allí, de repente, la ermita de San Bartolomé se erige firme y altiva, en un contraste armónico entre el dominio de la naturaleza, indomable, y el genio de los remotos hombres que la poblaron.



Retrocediendo aún más en el tiempo, una gruta se abre ofreciendo cobijo a quienes la hicieron su morada, adornando sus paredes de alegrías y temores. Quien se detiene atento en su interior, aún escucha el eco de sus voces retumbando en el ambiente, mezclándose y confundiéndose con las de sus sucesores lejanos.



La jornada finalizó con un chapuzón que dio reposo a sus piernas, agarrotadas pero satisfechas, agradecidas por la compañía y los buenos ratos vividos.

¡Nos vemos en la próxima, excursionistas!