Crónica y reflexión - La Huerta de Clarita (8/6/19)

El pasado sábado 8 de junio, un grupo de 15 intrépidos aventureros pusimos rumbo hacia Villa del Prado para conocer a los dos afables hortelanos cuyo sudor y cuyas manos dan forma a una despampanante finca conocida como “la Huerta de Clarita”.  
Allí nos recibieron Clarita y Francisco, que estaban en plena faena, y nos indicaron cuál sería nuestra tarea para ganarnos el almuerzo, ya que como buenos campesinos saben que no hay pan sin esfuerzo.

El susto pasó rápido, pues unas risas en buena compañía siempre hacen el trabajo más llevadero, y unos puerros que pedían paso suspiraron aliviados cuando se retiró la hierba a su alrededor.

A continuación se nos acercó Clarita, que con su carisma y buen humor nos ganó enseguida y no le costó unirse al cachondeo. Nos acompañó a un paseo por toda su finca, y nos mostró sus distintos métodos para reducir en tratamientos, fundamentalmente basados en la asociación. La cebolla es uno de sus mejores aliados, y no duda en mezclarla con casi cualquier cultivo, para que éste último se beneficie del azufre que la primera despide de manera natural, librándole de enfermedades y ahorrando al agricultor sulfatar el cultivo. El tagete es otra planta a tener en cuenta, ya que la araña roja, plaga que suele afectar a cultivos como el tomate, prefiere colonizarla a ella cuando se encuentra a poca distancia de estos, para alegría de los amantes del gazpacho. 


La visita continuó con los frutales, los cerdos vietnamitas y las innumerables gallinas que escrutaban a los forasteros en busca de manos generosas de alimento. 


Finalmente, conocimos a las ovejas que pastan por el lugar, aunque la mayoría no fueron demasiado cálidas en el recibimiento, sospechamos que huyeron ruborizadas porque acababan de esquilarlas. Sin embargo, un corderillo que hubiera despertado la ternura en el mismísimo Ulises se acercó a darnos la bienvenida para ser recibido entre abrazos y caricias. 


La presencia de animales es fundamental para una agricultura que busque independizarse de tratamientos industriales, gracias a sus labores de desbroce, a su aporte de estiércol y a que pueden completar su alimentación con los productos de la huerta que no son comercializables. De esta manera, se aprovecha todo y no se generan residuos, porque como decía John Seymour: “En la finca autosuficiente no se desperdicia nada. El basurero no debería pasar nunca”. Además, los alimentos que proporcionan son de una calidad que haría soñar a cualquier cliente del Mercadona.
Para rematar la mañana, disfrutamos de una comida que prepararon nuestros anfitriones, y continuamos la jornada entre carcajadas.

Cuando nuestros estómagos hubieron reposado lo suficiente, uno de nuestros compañeros marcó el paso al ritmo del pito castellano (no penséis mal, que es un instrumento popular tradicional) hacia el río Alberche. 

Allí, dejamos que sus rápidas y gélidas aguas nos arrastrasen río abajo una y otra vez, hasta que sonó una dulzaina y nos juntamos todos a bailar una danza típica italiana: la Tarantela.



De regreso a la finca, Clarita y Francisco nos tenían preparado un cierre de cinco estrellas, nos volvimos a unir en torno a una mesa para merendar y charlar. Las risas siguieron sucediéndose, pero también conocimos las tristes circunstancias por las que a veces pasa un proyecto de este calibre. Trabajar en el medio rural es hoy más complicado que nunca, debido a una Administración que favorece con ayudas y subvenciones la presencia de cada vez menos agricultores y ganaderos con cada vez más tierras bajo un tipo de explotación cada vez más mecanizada. Esto no es nuevo, las trabas burocráticas no han hecho sino aumentar, y el pequeño productor que se deja la piel y la ilusión se ve cada día más asfixiado por tasas y controles que, camuflados bajo pretextos “bienintencionados”, no hacen sino beneficiar al latifundio y acelerar la ya rampante despoblación rural. Más allá de demagógicas campañas políticas que, como siempre, se desgañitan prometiendo previamente a unas elecciones, la realidad golpea al campo con toda su crudeza.

Es necesario tomar conciencia, y apostar por el consumo local y de temporada, pues sólo mediante el contacto con el hortelano local podemos conocer aquello que nos metemos en la boca, ya que los sellos ecológicos que acompañan la verdura del supermercado cada vez nos dicen menos. Además, estaremos ayudando a quienes, desde la modestia, buscan vivir del campo sin recurrir a la agroindustria, de la que ya atisbamos los efectos de su enorme destructividad. Así, sentiremos también que nuestras tierras son un poco más nuestras, y que no pertenecen a los burócratas de turno que dan órdenes desde su sillón en Bruselas. Necesitamos tomar responsabilidades con la confianza puesta en la gente común y no en las instituciones, que ya han tenido suficientes oportunidades y han respondido con abandono.

A pesar de todo ello, “la Huerta de Clarita” es un auténtico ejemplo de que con pasión, esfuerzo, perseverancia y espíritu positivo es posible vivir de la tierra. Esta pareja de hortelanos son una referencia para todos quienes pretenden recuperar estos oficios cada vez más en desuso que, por otra parte, serán progresivamente más necesarios en el futuro (y lo son en el presente).

Desde “la Odisea de Tetuán” queremos agradecer la hospitalidad y la alegría de Clarita y Francisco, y decirles que si nos vuelven a invitar ¡no nos lo perderemos!

Un abrazo a todos los participantes, nos vemos en la próxima.

1 comentario:

  1. Una crónica realmente elocuente y bella donde se refleja el espíritu de gente honorable que ve, siente y actúa de la forma correcta.
    No puede dejar de agradecer a Francisco y Clarita,su hospitalidad, sus enseñanzas (con acciones-hechos, nada de "teorias"), su tesón y su valentía por llevar a cabo un proyecto de vida, pese a las terribles dificultades que les causa el "sistema" establecido.
    Todos y cada uno de los que tuvimos el placer de vivir esta experiencia nos fuimos a casa siendo un poco más sabios.
    Siempre las cosas sencillas son las que alimentan y alegran el alma.
    Gracias Diego por las fotografías de nuestra experiencia y sobre todo por la fantástica crónica que has escrito.
    Gracias a todos. Un abrazo

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